Editorial
La política exterior de un país, es la verdadera política. Lo enseñaba Perón, y lo recordaba Cristina. El ejemplo más reciente lo acaban de dar el presidente “NiLey” y su Troupe, que corrieron a abrazarse con la generala Laura Richarson, jefa del Comando Sur de EEUU.
Veamos la secuencia. El 24 de marzo vimos una batería de discursos negacionistas desde el gobierno, que perdió, ante la contundente movilización expresiva del consenso que el NUNCA MAS tiene en nuestra sociedad.
El presidente buscaría su desquite. El 2 de abril, en el acto oficial de homenaje a los caídos y veteranos de la guerra por nuestras Islas Malvinas, rodeado de oficiales y de la familia militar, pudo darse el gusto de carajear en su cara el latiguillo que lo distingue, cagándose en el protocolo y en la memoria de nuestros héroes caídos, aquellos conscriptos llevados al muere en una guerra cuyo verdadero propósito fue mantener en el poder al régimen dictatorial argentino por entonces jaqueado, de un lado, por la crisis provocada por la política económica de Martínez de Hoz y Domingo Cavallo, y del otro, por la reacción popular contra la dictadura encabezada por la CGT de Saúl Ubaldini, quien marchó a la Plaza de Mayo el 30 de marzo de 1982 al grito de "Paz, Pan y Trabajo, la dictadura al carajo".
Hace pocas hs, después de agasajar a la generala de la fuerza militar extranjera que incumplió el Tratado Internacional TIAR que la obligaba a salir en defensa de la Argentina en aquella guerra, el presidente informó que piensa instalar una base naval conjunta en Ushuaia, anunciando el alineamiento de Argentina a la política exterior de EEUU.
NiLey aplica técnicas de disciplinamiento sobre un sector de la población a quien elige de “enemigo”: trabajadores, pobres, mujeres, jubilados, personas con discapacidad, a quienes se suman investigadores, educadores, y creadores del pensamiento y la cultura nacional. Para el presidente son la CASTA.
Pero falta un detalle. Ni el gorila más recalcitrante lo votó para hambrear, negar asistencia médica, o quitar toda intervención del Estado en medio de una epidemia que deja inermes a grandes mayorías de la población. Tampoco, nadie lo votó para sumar a nuestro país como estrella de la bandera de una nación extranjera.
Como no perdonó a la dictadura, tampoco el pueblo de hoy va a perdonarle al actual gobernante que lo humille y convierta en hazmerreir ante el mundo, ni que lo empobrezca al punto de llevar a la desesperación a grandes mayorías que no hace mucho supieron y pudieron vivir mejor, que lograron realizar sus sueños de progresar y construirse una vida con un poco de felicidad en el tiempo que les toca.
No hay pacto de mayo, ni ningún pacto posible sin el pueblo o contra el pueblo. El presidente debería estudiar un poco de historia, y dejar de lado las historietas del Manga.
Como sabemos: solo el pueblo salvará al Pueblo.
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