February 14, 2023 17:02
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Entrevista al Gral (R) Cesar Milani, Exjefe del Ejército Argentino (2013-2015) EDITORIAL DE LARRY LEVY Debo confesar, que como militante de los años setenta, hablar de ejército o más precisamente del Ejército me produce contradiccciones internas, políticas, conceptuales y fácticas. Hoy, y con más años de experiencia, es fácil entender la necesidad de que un país cuente con Fuerzas Armadas y es claro que a la luz de la geopolítica, un país, una región debe tener una hipótesis de conflicto y saber cómo ejercer y desarrollar su defensa. Hablar del ejército o de los ejércitos, hablar de la defensa, hablar de la seguridad, no solo es complicado y exige puntualizaciones y precisiones; también demanda explicaciones teóricas y conceptuales que nunca, jamás, pueden estar disociadas o desvinculadas de un proyecto político. Es ese proyecto político el que articula la relación pueblo y fuerzas armadas. Es ese proyecto, el que genera identificación popular o enfrentamiento. La justificación de un ejército está en la defensa de los intereses culturales, económicos y políticos de las mayorías y no en ser el brazo armado de los intereses de las minorías. Entonces, mirando a nuestro alrededor podemos identificar modelos diferentes que incluyen miradas distintas y matices que van desde ejércitos super-profesionales a formaciones de participación más popular. No vamos a hacer de este espacio una clase de teorías militares, ni vamos a evaluar modelos, sobre todo teniendo en cuenta que los cambios de las últimas décadas hacen que “nuestro alrededor” hoy abarque casi todo el planeta, y hace que la tecnología reduzca la cantidad de soldados necesarios para la defensa física, y a pesar de que hoy persisten conflictos bélicos tradicionales —como es el caso de Rusia y Ucrania— las guerras se llevan a cabo en campos de batalla nada tradicionales como los golpes económicos, el lawfare y las comunicaciones. Read more
Entrevista al Gral (R) Cesar Milani, Exjefe del Ejército Argentino (2013-2015) EDITORIAL DE LARRY LEVY Debo confesar, que como militante de los años setenta, hablar de ejército o más precisamente del Ejército me produce contradiccciones internas, políticas, conceptuales y fácticas. Hoy, y con más años de experiencia, es fácil entender la necesidad de que un país cuente con Fuerzas Armadas y es claro que a la luz de la geopolítica, un país, una región debe tener una hipótesis de conflicto y saber cómo ejercer y desarrollar su defensa. Hablar del ejército o de los ejércitos, hablar de la defensa, hablar de la seguridad, no solo es complicado y exige puntualizaciones y precisiones; también demanda explicaciones teóricas y conceptuales que nunca, jamás, pueden estar disociadas o desvinculadas de un proyecto político. Es ese proyecto político el que articula la relación pueblo y fuerzas armadas. Es ese proyecto, el que genera identificación popular o enfrentamiento. La justificación de un ejército está en la defensa de los intereses culturales, económicos y políticos de las mayorías y no en ser el brazo armado de los intereses de las minorías. Entonces, mirando a nuestro alrededor podemos identificar modelos diferentes que incluyen miradas distintas y matices que van desde ejércitos super-profesionales a formaciones de participación más popular. No vamos a hacer de este espacio una clase de teorías militares, ni vamos a evaluar modelos, sobre todo teniendo en cuenta que los cambios de las últimas décadas hacen que “nuestro alrededor” hoy abarque casi todo el planeta, y hace que la tecnología reduzca la cantidad de soldados necesarios para la defensa física, y a pesar de que hoy persisten conflictos bélicos tradicionales —como es el caso de Rusia y Ucrania— las guerras se llevan a cabo en campos de batalla nada tradicionales como los golpes económicos, el lawfare y las comunicaciones.