April 29, 2020 12:33
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Cada mujer y cada hombre en esta tierra tiene una misión que cumplir. Sea que la conozca o no, sea que la acate o la ignore, cada ser humano llega al mundo con un propósito, con una marca, con una cruz. Y aunque no podría afirmarse que eso sea un destino, dado que es apenas una huella en un camino que no existe hasta que se transita, ciertamente es la sustancia con la que se amalgama todo aquello que vamos siendo mientras nos reconocemos a nosotros mismos. En ese andar buscando, que a veces es más bien para perderse que para encontrarse, algunos se confunden con las luces que imitan a la luz, depositando en ellas su adoración y olvidando, así, cómo brillaban todas las otras cosas. Algunos otros, deseosos de tapar el sol con las manos, van derrochando su tiempo intentando robar el tiempo de los demás. Pero también están quienes, conviviendo con las distracciones y con los peligros de una sociedad aturdida, se enfrentan al vacío existencial que habita en todos y contemplan la nada para empezar a llenarla de sentido. Un sentido de avance, de abrazar la existencia aun cuando quema la piel, aun cuando hay que ir protegiéndola y hasta disimulándola en metáforas para que nadie la pueda apagar. Esa condición transformadora, ese andar corajudo y terco, atraviesa al argentino como una flecha. Lo come por dentro si no se expresa y lo levanta de cualquier infierno si deja que lo guíe. Y aunque no es gratuita esa fuerza abrasadora, permanece en estado de latencia esperando nacer para ser y hacer. Los desafíos que enfrenta la argentinidad mientras el mundo tambalea tienen todos ese factor común: la esencia, la sustancia inmaterial de la que estamos hechos -el tiempo-, según el uso que se le dé, lleva a los individuos a acercarse más a la comunidad o a alejarse mortalmente de ella. Y entonces se define lo humano y lo mecánico; se emerge con apoyo mutuo o se salva quien pueda. En dónde se invierta el tiempo -lo que somos- será lo que determine si nos acercamos más a cumplir con nuestra misión, o si sólo seguimos cargando la cruz hasta que ella nos aplaste. No hay bien ni mal que existan por sí mismos, son las decisiones tomadas las que inclinan la balanza hacia uno u otro extremo de la misma humanidad. Y como nadie se realiza en una comunidad que no se realiza, como dijo Perón, tampoco nadie es la patria, pero todos lo somos, como dijo Borges. Lo que seamos mañana lo estamos haciendo hoy. Y el hoy es lo único que tenemos para hacer. Read more
Cada mujer y cada hombre en esta tierra tiene una misión que cumplir. Sea que la conozca o no, sea que la acate o la ignore, cada ser humano llega al mundo con un propósito, con una marca, con una cruz. Y aunque no podría afirmarse que eso sea un destino, dado que es apenas una huella en un camino que no existe hasta que se transita, ciertamente es la sustancia con la que se amalgama todo aquello que vamos siendo mientras nos reconocemos a nosotros mismos. En ese andar buscando, que a veces es más bien para perderse que para encontrarse, algunos se confunden con las luces que imitan a la luz, depositando en ellas su adoración y olvidando, así, cómo brillaban todas las otras cosas. Algunos otros, deseosos de tapar el sol con las manos, van derrochando su tiempo intentando robar el tiempo de los demás. Pero también están quienes, conviviendo con las distracciones y con los peligros de una sociedad aturdida, se enfrentan al vacío existencial que habita en todos y contemplan la nada para empezar a llenarla de sentido. Un sentido de avance, de abrazar la existencia aun cuando quema la piel, aun cuando hay que ir protegiéndola y hasta disimulándola en metáforas para que nadie la pueda apagar. Esa condición transformadora, ese andar corajudo y terco, atraviesa al argentino como una flecha. Lo come por dentro si no se expresa y lo levanta de cualquier infierno si deja que lo guíe. Y aunque no es gratuita esa fuerza abrasadora, permanece en estado de latencia esperando nacer para ser y hacer. Los desafíos que enfrenta la argentinidad mientras el mundo tambalea tienen todos ese factor común: la esencia, la sustancia inmaterial de la que estamos hechos -el tiempo-, según el uso que se le dé, lleva a los individuos a acercarse más a la comunidad o a alejarse mortalmente de ella. Y entonces se define lo humano y lo mecánico; se emerge con apoyo mutuo o se salva quien pueda. En dónde se invierta el tiempo -lo que somos- será lo que determine si nos acercamos más a cumplir con nuestra misión, o si sólo seguimos cargando la cruz hasta que ella nos aplaste. No hay bien ni mal que existan por sí mismos, son las decisiones tomadas las que inclinan la balanza hacia uno u otro extremo de la misma humanidad. Y como nadie se realiza en una comunidad que no se realiza, como dijo Perón, tampoco nadie es la patria, pero todos lo somos, como dijo Borges. Lo que seamos mañana lo estamos haciendo hoy. Y el hoy es lo único que tenemos para hacer.